lunes, 22 de febrero de 2010

Prodigio en Cascallares, de Adela Vettier


Las lluvias habían removido el lecho del río Alegre de Cascallares y las aguas corrían fangosas. La crecida, que arrastró árboles, entorpecía el paso de las tropillas que, diariamente, cruzaban la corriente rumbo a la feria de animales y los grupos de arrieros detenían el ganado esperando que bajara.
Como soy curioso, me acerque a escuchar sus diálogos y, así, me enteré de que ese era el único paso del río para los animales en esa época del año. Todos terminaban mirándose y diciendo:
- Y allá, más abajo... ¡Qué habrá pasado más abajo!
No pude contener mi curiosidad y me acerqué.
- ¿Qué hay más abajo? - pregunté.
Me miraron.
- No sos de la zona, muchacho.
- No. Estoy pasando unos días en la quinta de mis tíos, los Ledesma.
- ¡Con razón! Preguntá a tus tíos.
- ¿No es lo mismo que me lo diga usted?
- ¿Yo?... - dijo el paisano y, ante mi asombro, se santiguó.
No pude arrancar a los arrieros otra palabra. Sé que si ellos guardan un secreto, es porque algo los atemoriza. Como mi tío Joaquín siempre se ha reído de las supersticiones, yo también me reí interiormente. ¿Cómo no reírme de una superstición en vacaciones, con los exámenes aprobados, a orillas del río Alegre, con briosos caballos caracoleando a la vista y con el sol brillando en plena tarde sobre mi cabeza?
Me reí interiormente, con desparpajo de estudiante de la capital y, cuando los paisanos arrearon los ganados y retrocedieron hacia los corrales, me encaminé decididamente rió abajo. Eran las seis de la tarde, pleno día, hora en que a uno nunca lo asaltan las dudas.
A mi izquierda, corrían las aguas color tierra, espumosas y cargadas de despojos de la crecida. Caminé ágilmente, sorteando uno que otro sauce al borde de la orilla, cuando me encontré casi de improviso frente a un denso bosquecito de álamos. Me llamó la atención la densidad del monte, del cual surgía un ulular como de marejada. Pronto noté que era el murmullo característico del viento en el ramaje de los álamos. De todos modos, no me quise internar. ¿Por qué?, no lo sé. Pero algo, en mi interior, dijo: aquí basta. Y me senté, recostándome contra un tronco. Estaba realmente cansado. Pensé que había caminado un rato, pero mi reloj me indicó que había avanzado hacia el sur una hora. Eran las siete. Pleno día todavía, en verano.
- ¿No se anima a cruzar el río? - dijo una voz a mis espaldas.
Me levanté de un salto y me volví. Una mujer de edad indefinida, de rostro muy curtido y ojos negros penetrantes, estaba frente a mí.
No sé cómo ocurrió tan rápidamente, pero el sol empezó a nublarse y la luz, a la vera del bosquecito, se hizo más opaca, como si comenzara a anochecer. Me impresionó como una luz de eclipse.
- No voy a cruzar el río - contesté.
- Le digo porque es profundo. Es el sitio más profundo del río - dijo -. Yo cruzo siempre por aquí. Vivo del otro lado, en las grutas.
Del otro lado, el campo se extendía sin elevaciones.
- ¿Qué grutas? - pregunté.
- Allí - señaló indicando la otra ribera. Yo no veía nada. ¿Lo vería ella?.
- Venga, si quiere cruzamos juntos - me dijo y me tendió la mano. Retrocedí y empecé a caminar a pasos largos por donde había llegado. Pese al ulular de los álamos, escuché su risita.
- ¡Tiene miedo! - gritó. Y tenía razón. Empezaba la hora en que a uno lo asaltan las dudas que rechaza a pleno sol.
Cuando estuve a cierta distancia, me volvía apenas pude creer lo que vieron mis ojos.
La mujer estaba caminando por la superficie del río, muy lentamente. Daba un paso y se detenía sobre el agua. Daba otro paso, y se detenía. Sólo pude distinguir que llevaba una vara en la mano con la que trazaba un círculo alrededor de cada paso que daba, como si cortara la espuma.
Una hora después llegué jadeante a casa de mis tíos, quienes me reprendieron por mi tardanza. Estaban tan disgustados y, a la vez, aliviados porque, en cuanto llegué, se descargó una tormenta diluvial, que no les conté lo sucedido. Pero, esa noche, en el cuarto que compartía con mi primo Andrés, de mi edad y dado a vivir aventuras, le narré lo ocurrido.
Andrés, nacido y criado en Cascallares, conocía todos los secretos de la zona. Me contaba historias fantásticas de las que yo me burlaba. Existía, entre los dos, junto al afecto franco, una rivalidad campo-ciudad que yo me divertía en acentuar. Por eso su respuesta me sorprendió más. Se incorporó en la cama:
- ¿Caminaba sobre el río? ¡No te creo!
- ¡La vi! - le dije.
- Estarías asustado.
- Estaba asustado, pero la mujer caminaba sobre el agua.
Andrés se tendió otra vez en la cama, mirando el techo.
- ¿Hablaste con algún paisano?
- Sí, pero no me quisieron decir.
Tardó unos segundos...
- A mí tampoco me quisieron decir, nunca. No cuentes nada en casa - me advirtió. -Mañana vamos a investigar.
La tormenta duró todavía una hora y, luego, salió la luna. Un concierto de grillos me mantuvo despierto hasta el amanecer. Cuando me levanté, en el esplendor de la mañana, rodeado de las voces alegres de mis familiares, creí que lo había soñado todo.
Andrés me estaba esperando en la amplia cocina. Desayunamos con tía Marta.
- Andrés trajo la leche del tambo. Si te levantás más temprano lo podés acompañar - dijo tía Marta. - Es interesante. No todas las cosas se aprenden en los libros.
- Mañana madrugo, tía. Prometido. Así aprendo.
- Se ofendió - terció Andrés.
- No me ofendí. Desde que llegué vi cosas extraordinarias.
- ¡Así me gusta! - dijo mi tía. -¿Por ejemplo?
- Por ejemplo, ayer...
Andrés me hizo callar con la mirada. Cuando salimos a la galería, me reprochó:
- Por poco se lo decís.
- Quería decírselo. Tiene que haber una explicación.
- ¿Sabés qué explicación te va a dar? Nos va a prohibir salir de la quinta. A mí nunca me dejó llegar al montecito. ¿Por qué? No lo sé. Pero hoy lo vamos a averiguar.
- ¿Cuándo?
- A la tarde. Esas cosas no suceden nunca a pleno sol. ¿No lo sabías?
Pasamos toda la mañana ayudando a mi tío a contar bolsas de trigo que un camión pasó a recoger al mediodía. Después de la siesta, nos tendimos en la galería a conversar. Cuando el sol se aplacó, Andrés le dijo a tía Marta que saldríamos a caminar un rato.
- ¿A dónde van?
- Por la orilla.
- No vayan lejos. Y no se les ocurra meterse en el agua. Está muy crecido. Y... cuidado con llegar al monte.
- No te preocupes, tía. Volvemos antes de cenar.
Andrés y yo empezamos a caminar río abajo, directamente hacia el monte de álamos.
Durante el camino, Andrés me contó cosas portentosas. Unos día antes me hubiera burlado despiadadamente de él, pero ahora...
El monte de álamos, al fin, brilló delante de nosotros. Ululaba con el mismo rumor de marejada. El río, que había crecido durante la noche, llegaba al mismo nivel que la tarde anterior. Todo estaba igual.
Nos sentamos a esperar.
- Desde chico oí hablar sobre la vieja del río - dijo Andrés -. Siempre fue vieja.
- Nadie es siempre viejo - respondí.
- ¿Ah no? Mi abuelo hablaba de ella. Ya era vieja cuando él era chico. Cruzaba el río por el monte de álamos.
- Entonces lo sabías.
- Pero nunca lo creí hasta que vos, el descreído, me lo contaste. Siempre sospeché que era una invención para que no me alejara de casa, ayer supe que era cierto.
Como para confirmar sus palabras, la mujer apareció.
Nos pusimos de pie de un brinco, dispuestos a correr. Pero su actitud nos detuvo.
- ¿Van a cruzar el río?
- No - dije yo.
- Se cruza con una vara de álamo como la que tengo en la mano -. Se acercó a un árbol y con mano firme desgajó una vara que puso en manos de Andrés. Lo miró fijamente.
- ¿Cruzamos? - le dijo.
Aferré a Andrés por un brazo y lo arrastré conmigo. Andrés parecía fascinado. Me seguía pero miraba hacia atrás, tropezando a cada paso. De pronto, se soltó y gritó:
- ¡Yo voy!
Me volví. Andrés corrió hasta alcanzar a la mujer que parecía esperarlo en la orilla.
- ¿Vuelve! - grité. Pero él no parecía escuchar. Miraba a la mujer, que le hablaba. Vi cómo cortaba otra vara de álamo y se la entregaba a mi primo. Luego hijo un gesto amplio sobre la corriente. Después, vi lo increíble.
La mujer empezó trazando un círculo en la espuma y dio el primer paso sobre el río. Luego el segundo. Y Andrés la siguió... vi a mi primo alborotar la espuma a su alrededor y avanzar.
Un paso, otro paso... otro más. Yo me hallaba como maniatado por el asombro. Andrés se detuvo sobre la corriente. Lentamente giró sobre sí mismo y, con la misma lentitud, dio tres pasos y tocó la orilla.
Corrí hacia él. Estaba pálido, extraño. La mujer seguía avanzando.
- Vamos - me dijo apartándome del lugar -. Vamos, y, si quiero volver aquí no me sueltes. ¡No me dejes volver!
Empezamos a caminar río arriba.
- ¿Cómo es? - le pregunté al fin.
- No te lo puedo revelar. Me lo prohibió.
- Pero... ¿caminabas sobre el agua?
- ¿No me viste?
- Increíble...
- Creo que el poder está en la vara del álamo. La mujer dijo una palabras extrañas cuando me la dio. Me dijo también que me mostraría la gruta del otro lado.
- No hay ninguna gruta.
- ¡Sí, al empezar a caminar sobre el río la vi! Se ve un paisaje totalmente distinto del otro lado. Un paisaje arcaico, con unas colinas antiquísimas, perforadas de cuevas.
Esa noche, hablamos hasta muy tarde. Tendido en la cama, Andrés parecía fascinado.
- Las colinas son de color arena, aplanadas. El río es enorme, torrentoso, pero lo vi límpido.
- ¿Por qué no seguiste avanzando?
- Tuve miedo. En la entrada de una de las grutas la mujer estaba sentada. Era la misma mujer.
- Te transportaste al pasado.
Se hizo un silencio. Andrés se incorporó. Sus ojos fulguraban.
- quiero volver.
Me levanté de un salto y lo sacudí.
- ¡Estás loco! ¡No te voy a dejar ir!
- No hay fuerza en el mundo...
- ¡Me pediste que no te dejara, y no vas a ir!
Andrés se desplomó como si algo le hubiera quitado toda su energía. Pareció caer en un sopor en el que murmuraba:
- Las colinas...
Cerré la ventana y me senté en el suelo contra la puerta, dispuesto a impedir, si despertaba, que saliera del cuarto. Así llegó la mañana.
Al día siguiente regresé a casa. Es decir: mi cuerpo regresó, pero mi mente quedó subyugada por los acontecimientos vividos en Cascallares.
Durante todo el invierno que siguió, me dediqué a leer libros que pudieran revelarme el enigma. Así entré en contacto con una literatura de orden mágico, que me confundió aún más.
Estuve a punto de creer que me hallaba rodeado de fuerzas poderosas que podían revelarse de pronto. Aprendía en libros orientales las potencias ocultas que duermen en cada uno de nosotros en estado latente por falta de ejercitación y que, a veces, emergen en un relámpago de intuición, para luego caer de nuevo en el letargo.
Me admiré ante las proezas que pueden realizar, por concentración, los yoguis de la India. Supe que, por una suerte de espejismo mental, pueden proyectarse en el cerebro imágenes del pasado aún del futuro. Vivía abstraído y, en casa, me notaban extraño. Yo mismo me notaba extraño. Nadie podía sospechas los cambios profundos que la observación de aquel hecho sobrenatural habían operado en mi.
Esos nuevos e inquietantes conocimientos no explicaban el prodigio de Cascallares, pero le daban cabida en la realidad. Estaba convencido de que había asistido a un hecho inexplicable para un inexperto, sólo posible para los iniciados.
¿Qué habría sucedido, me preguntaba, con mi primo Andrés? Él conocía, sin duda, la revelación, él me explicaría cómo había sucedido, dónde se ocultaba el secreto.
Las siguientes vacaciones se iniciaron, como siempre, con el viaje a Cascallares.
Me devoraba una impaciencia tenaz por ver a Andrés. Lo encontré, como siempre, rozagante. Había pasado un invierno tranquilo y, casi, había olvidado el episodio.
Su actitud era tan natural y tan llano, que me costaba abordar el tema. Por fin lo hice.
- ¿Volviste a cruzar el río?
Sus ojos brillaron.
- Sí, muchas veces.
- ¿Por encima del agua?
- Por el aire.
- ¡Por el aire!
- Esta tarde iremos juntos. Hasta podemos decírselo a mamá. Este año hay una gran sequía y el río es una hilo de agua.
Por la tarde caminamos hacia el sur, una hora hasta llegar al monte de álamos.
Lo que entonces vi me llenó de zozobra. Sobre la corriente, que murmuraba tranquila y muy baja, cruzaba un viejo puente de madera, de gruesos tablones.
Apareció la mujer. Empezó a cruzar el río por las maderas resecas. A los pocos pasos se volvió y me dijo, dando muestras de que me había reconocido:
- Este año es fácil. El año pasado había que buscar las vigas con la rama del álamo. Pero había sólo espuma sobre las vigas. Es un puente muy fuerte, resistió todas las crecidas.
Me quedé en silencio.
- ¿Te lo habías creído? - preguntó Andrés.
- No, ni por un momento - mentí avergonzado.
- ¡Te lo creíste!
- No - afirmé.
- Te lo creíste, y lo de las colinas también. La estancia que empieza en la otra orilla se llama "Las Grutas". ¡Bueno, cuando se inventa algo, hay que darle suspenso!
Mi primo empezó a reírse. No sé cuánto tiempo estuvo riéndose de mí. Tal vez fue sólo un minuto, tal vez fue todo el invierno.

70 comentarios:

  1. el cuento esta muy buen .necesito la biografia de la autora sabes donde la puedo conseguir? si sabes decimelo no la puedo conseguir

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    1. Si toma pa acá la tenes http://leerporquesi-1007.blogspot.com/search/label/VETTIER%20ADELA mejor tarde que nunca.

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    2. 12 años después kaksksks

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    3. Messi está en la final vamos argentinaaaaa

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  2. muy buenoo, re sierve

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  3. kisiera ke me cntstes cual fue la intencion de la autora al crear esta historia? graciaas!

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  4. El cuentto staa geeniial .. En la secun lo hbiia leiido el profesor de Castellano .. I sho n lo scuche ii me qde hblando cn mi cnpañera de banco .. ii lo tngo q entregar el viernes cmo trabajo practico especiial x n escuchar .. ii lo tngo q copiar todo a manoo .. ii esoo logroo x hblaar .. ii mee ree sirvee ovbiiamnte lo voii a resumiir ... cmo me salva internett .. jjaja ..

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  5. es muy bueno este cuento lo lei muchas veces xq me gusto mucho

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  6. e.e q ondaaa negrosss de mierdhaa no insulten(?

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    1. jajajaja me estoy cagando de risa con lo que ponen

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  7. Hola.. Dejen De Putear Cara De Pene..

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  8. saves como le dicen a tu mama
    no como le dicen
    pizza
    xq
    xq esta partida en 8

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  9. agarramela con la mano gayy con cancer

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  10. gg izi denunciado lince despedite de tu cuenta maquinola

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  11. Cual vendria a ser el conflicto alguien me ayuda?

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  12. Hola como sería el hecho central del relato?

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  13. ¿como fue engañado el protagonista? es para el colegio pliss respondan

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  14. La 8 ¿ que sucedio al regresar a castalleres al año que siegiente para las vacaciones? ( sintetice el reecuentro con su primo y la mujer del rio) necesito ayuda

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  15. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  16. Me encanta esta sección de comentarios

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  17. Ayuda mañana tengo prueba

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  18. Xq el puente es protagonista en la historia

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  19. que elemento explica el fenómeno extraordinario

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  20. Melchor, Gaspar y el negro te va asaltar3 de noviembre de 2021, 12:40

    NAOOOO

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  21. Melchor, Gaspar y el negro te va asaltar3 de noviembre de 2021, 12:45

    FOTO CACA FOTO CACAAAAAA ������

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  22. Messi está en la final vamos argentinaaaaa

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  23. Respuestas
    1. holAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

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  24. hola poeque no me contestan

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  25. Soy benjamín Correa de segundo A IPEA Y m número dos veinti uno san Carlos

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